Editorial: Programa "La Furia y el viento".

jueves 26 de junio de 2008:
“ Ajustando cuentas”

Consumado el procesamiento del secretario de Desarrollo Humano por una causa de fraude y peculado en perjuicio de comedores comunitarios, el juez de instrucción Mario Alegre posa la lupa sobre el intendente Carlos Vignolo. Es que tampoco sería un derroche de claridad la rendición de unos 100 millones de pesos para reparación y mantenimiento de edificios escolares, en tiempos en que el actual jefe de la comuna capitalina revistaba como responsable de la cartera de Educación.
La investigación que hace blanco en la gestión Vignolo, también comprende a quien fuera su segundo en el escalafón ministerial, el contador Rubén Ojeda. Acaso éste tenga mayores motivos que Vignolo para dar explicaciones, porque, mal que le pese, su función específica en el organigrama educativo era precisamente la de velar por una correcta ejecución de los fondos presupuestados.
El contador que supo encaramarse en los estamentos superiores de la burocracia estatal merced a los buenos oficios de la armada cordobesa -también se lo vinculó con Jorge Goitia, zar de la industria del juego- sobrevivió a la primera purga de “ricardistas” durante la fase inaugural de la administración encabezada por Arturo, pero terminó cayendo en desgracia por imperio de doña Viginia Almará, la compañera del actual mandatario. Tras un largo período de hibernación en el se le perdió el rastro y pareció que se lo hubiera tragado la tierra, Ojeda vuelve a ganar espacio en los medios, pero ahora como sospechoso de la comisión de una estafa sideral contra el erario.
A propósito, dicen que también podría verse en figurillas nuestro amigo Norberto Lischinsky, que aspiró a inmortalizarse en el bronce como subsecretario de Cultura luego de una vida un tanto prosaica, consagrada a la venta de electrodomésticos. Pero del bronce podría mudar a una rueda de presos, si se confirman los indicios sobre un faltante millonario cuando regía en esa dependencia